The Spirit Of Radio
Luego de la explosión de productos dirigidos al almacenamiento y reproducción de música en formato mp3 y afines, se pensó en la inutilidad de la radio. Para qué puede uno querer escuchar una emisora radial si en lugar de eso tiene la posibilidad de piratear todo lo que quiera. De ese modo se evita escuchar propaganda indeseable, intérpretes indeseables y ritmos indeseables. Entonces porqué no hacerlo ahora mismo? Copiamos toda la piratería de Internet, procedemos a rippear CDs que inundan el escritorio… y ya está.
Luego procedemos a escuchar. Inicialmente existe una satisfacción egoísta. Aquello que creemos que es nuestra mejor selección de tracks responde a nuestro pedido. No existen interrupciones (a menos que así lo deseemos) y nos place. Pero llega un momento en el que se siente algo raro. Por más que tratemos de armar listas y aplicar shuffle por todo lado, al final terminamos escuchando el 10% del repertorio en un orden similar. Hasta podemos asegurar que después de los chillidos insuperables de Geddy Lee, aparecerá el retumbante bajo de Jack Bruce.
Y nuestra libertad de elegir se convierte en monotonía. La sorpresa del riff se convierte en un sonido intrascendente que pasa inadvertido. Y se comete el sacrilegio: el abuso del gusto se convierte en hastío; se desdibujan las imágenes inicialmente perfectas. Lo que era una excentricidad exquisita parece ahora un error de principiante.
Es por eso que retrocedemos, miramos atrás y comprendemos la naturaleza de la radio que por un momento quedó enterrada. Tal vez intentar revivirla sea una pérdida de tiempo, pero aún es posible rescatar su carácter. Siempre espera paciente el momento de atacar y ahogarnos en una nueva experiencia.
Para quienes siguen creyendo que la música consiste en descubrir, el espíritu de la radio aún permanece.