Mailman, bring me no more blues
A veces llegan facturas, otras veces llega el reporte bancario. De vez en cuando aparece alguna nota del servicio académico. Con relativa frecuencia la compañía de seguros envía alguna información inutil. Alguna vez llega un pedido ordenado en horas de insomnio, cuando se pierde conciencia de precios y presupuestos. Para rellenar los espacios vacíos, siempre hay alguien intentando pescar individuos con spam barato.
Hoy llegó algo un tanto distinto. El sobre era diferente, la estampilla era diferente, la caligrafía era diferente. Adentro, una tarjeta, una imagen.
La nieve eterna -a menos que el calentamiento diga lo contrario- es el punto de intersección. Es el mismo frío aquí y allá. El frío que me vio nacer y el frío que me mira ahora del otro lado de la ventana. El resto es una evocación a una realidad abismalmente distinta y lejana que parece no ser mas que una ilusión estirada de alguna leyenda.
Probablemente -o mejor, seguramente- existen millones de impresiones de la misma tarjeta, pero las inscripciones al interior de la que tengo son únicas. Hace unos días ciertas manos delineaban cada letra, codificando sentimientos. Hoy mi vista decifra los códigos y los tranforma a la vez en palabras, voces, aromas, imágenes y en fin...recuerdos. La mente puede interpretar los símbolos de infinitas maneras. La mía lo hace a su modo.
Lo que trajo el cartero en un sobre, él no lo sabía. Es como quien entrega una bomba. Inocente en la actitud, explosivo en el resultado.
Así es. Esta vez el correo transportó algo más que meros datos.