Thursday, March 22, 2007

nursery crime

La libertad, esa idea abstracta que está en nuestros sagrados altares. Esa misma que a veces confundimos con una irresponsabilidad enmascarada. La arrancamos de quienes creemos que abusaron de ella. A esos infelices los recluímos. Pero también a aquellos que no entienden la realidad que nuestra tradición ha impuesto.
Decimos que no entienden, que en realidad son víctimas de los caprichos de la indefensa mente humana. A ellos también los encerramos. Todos ellos juntos en una misma jaula. Creemos en su inferioridad, ya sea con lástima o con desdén. Aunque diplomáticamente hagamos manifiestas las condolencias por su estado lamentable, yace tácita la premisa de nuestra superioridad sobre esos desvalidos.
Y cada día somos testigos de sus necedades. Escuchamos la incoherencia de su discurso, sentimos la monotonía de su movimientos, miramos de reojo el desorden de sus cabelleras. No pueden en ningún caso valerse por si mismos. Siempre necesitarán un asistente omnisciente que tendrá que asegurarse que coman, que se vistan y que no depositen su excremento en otro lado que no sea un inodoro. Hay algún bochorno peor?
Tal vez. El convertirse en esclavo de esos infelices es nuestro peor temor. Todos los días y durante años como espectadores de una tragedia que solo puede empeorar y degenerar. Nunca habrá progreso alguno, solamente deterioro en cada una de esas mentes desordenadas. Si a ellos les privaron de libertad, pues también lo hicieron con nosotros. Nos une una cadena que no solo nos tiene quietos sino que nos lastima los tobillos.
Así que disimulamos nuestra miseria con la humillación de esos desgraciados locos. Que se subordinen, que se convenzan de su locura, de su ineptitud para caminar en las aceras de nosotros los cuerdos. Les otorgamos la libertad de ser excéntricos dentro de cuatro paredes. Mientras nosotros somos prisioneros en nuestra tediosa lucidez.

Tal vez tenríamos que intercambiar roles alguna vez, al final quién decide cuál es la barrera de la sensatez? Ese arbitrario juicio nos pone a unos a izquierda y otros a derecha, pero ambos atados a un destino cruel. La fuga es la única alternativa, aunque esta signifique la muerte misma.

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