Es extraño, estoy sacando el ticket y lo introduzco del lado incorrecto en la máquina. Por supuesto escucho el pitido que me indica que el ticket no es válido. Pero a nadie y mucho menos al conductor del bus parece importarle en lo mas mínimo. Suena lógico si ayer prefirió pasar por alto la formalidad de controlar la entrada. A fin de cuentas es más interesante seguir leyendo su periódico gratuito que ver como la gente introduce un papelito en una máquina tonta.
La ruta no es muy interesante tampoco. Habrá como siempre un atasco en la intersección de las autopistas, que por lo menos servirá para escuchar con mayor atención el resumen deportivo. Que compraron a tal jugador o vendieron al otro. Los que no somos conductores de bus podemos darnos el pequeño lujo de dormir un poco entre tanto. Si, no es precisamente cómodo el vidrio de la ventana, al menos no comparado con una buena almohada, pero a estas horas no importa mucho.
En cada parada sube la misma gente de todos los días. Lo mas seguro es nunca llegar a conocer a ninguno de ellos. Es curioso, tenerlos ahi todos los días, acostumbrarnos a la familiaridad de sus semblantes, pero seguirán siendo anónimos y parte del paisaje diario. De seguro yo también soy parte de su paisaje, nunca sabrán si hoy estoy triste o no, si me va bien o no...Y no tienen porque. Los paisajes aburridos se olvidan fácilmente.
Me despierta una maniobra extraña del bus. Es una curva rara que indica que ya hemos llegado. Son 15 minutos pero podrían haber sido 15 horas. El sueño hace que el tiempo sea elástico y difícil de medir. Ese sueño me traía ciertos recuerdos, tal vez lejanos o tal vez cercanos. De otras mañanas en las que salía con otro rumbo y por otros medios. Tomar el micro abarrotado de colegiales que se pisaban unos a otros. O el tren repleto de gente apresurada; ejecutivos y obreros, todos mirando si sus relojes les hacían el favor de detenerse un momento. O el trufi en el que hay que hacer malabarismos para poder entrar, plegado en dos o en tres. En todos los casos es una forma extraña de comenzar el día. Si tienes suerte, puedes encontrar a alguien que te diga dos palabras bonitas y haga que el trayecto sea parte de una pequeña historia. Si te pinta una sonrisa, puedes sentirte muy afortunado.
Al bajar el conductor me dice 'hasta luego'. Le respondo algo parecido. Es hora de trabajar o algo así. Al final esos 15 minutos de viaje no son un desperdicio, puedes aprovecharlos en una siesta o en divagaciones parecidas a ésta.